Relatos de Grand Bourg - LA VÍA
   
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"Comprendí que ningún lenguaje es tan perfecto que
pueda sustituir a la vida. Si se intenta sustituir la vida,
no sólo no se consigue, sino que a la vida se la arruina."
                                                                                            
C. Jung. 'Recuerdos, sueños y pensamientos'

AL COSTADO DE LA VÍA cuento corto
 

Los que ya han leído algunos de mis relatos pudieran criticarme acerca del tema recurrente de la muerte, la reencarnación, un "más allá"... Poco me importa ahora y ya comprenderán.

Borges creía que escribimos sobre lo que ya escribieron otros. Y un poco es así... pues sus propios temas sobrevolaron siempre el infinito, los laberintos, el caos, la eternidad, el tiempo, los sueños, el azar, la muerte y los "caminos que se bifurcan", el arrabal, los espejos...  y algún túnel. (1)

Pero en este momento yo vivo mi hecho histórico y voy viajando hacia Retiro en este tren. 
Creo que estoy en este vagón por despecho, pues hace unos días fui arrojado a las vías desde otro convoy en movimiento.

 

Es así, hoy viajo por despecho y por placer... porque ya nada le duele a mi cuerpo restaurado. Viajo por mirar otra vez las mismas piedras de la misma vía y contar todo esto.

Yo siempre he admirado a Santiago Dabove, el amigo de Bioy y de Borges; él aprovechaba el tiempo de viaje en tren desde su Morón hacia Once escribiendo páginas magistrales. Precisamente "Tren" es uno de sus cuentos admirables. (2)
Algunos de mis cuentos en "Relatos de Puerto Madero" fueron escritos viajando en cualquier vagón que me haya querido dar luz y un asiento. (3)

Y es posible que este relato mismo se haya parido como fruto ferrocarrilero.

Ese 8 de julio un empellón sobre mi espalda me lanzó por el aire. Lo primero que sentí fue la humillación de saber que mi ejecutor no diera a mi dignidad al menos una chance de defensa en paridad. Luego sentí un cambio en los ruidos a mi alrededor, y el sonido de la ráfaga fría no pudo silenciar un desgarrador grito de mujer que siguió al tren. Fue el grito de una mujer ¿cuál? ¿la que me amó en aquel momento que cada uno siente que es los dos? ¿acaso la que me traicionaba lacerando mi existencia por la exigencia, la acusación y el despojo? ¿o aquella que me amó en silencio y comprendía resignada que nunca me tendría para sí? ¿o tal vez viajara en ese mismo tren nefasto mi hija sin yo saberlo? ¿fue el grito desesperado de aquello que Jung llamó anima, la mujer arquetípica, y que llegaba desde el fondo del inconciente colectivo? (4) ¿o acaso el grito fuera de mi madre, que volvía a ser, como en mi concepción, otra vez mía en un beso de eternidad?

No hubo miedo. Sí un estremecerse de huesos acompañado de una exhalación forzada y abrupta por el choque contra las piedras. Piedras durísimas. Las más duras de mi vida. Ellas y yo... únicos privilegiados en el cosmos acudiendo a una cita pactada tal vez desde que nací. (5) Y nos habíamos encontrado de la manera más atroz...  e inesperada para mí.

Piedras con olor al aceite de los trenes y al asbesto de cintas de freno quemadas. Piedras con gusto seco a sangre húmeda y que guardaban en secreto el filo que ahora esgrimían.

Sentí que algo estalló en mí, una conmoción generalizada y a la vez gran presión interna como para reventar una bolsa viva... un explotar yo mismo.

Era una sobreexigencia y un atropello violento a mi ser, una sensación de estar mi cuerpo en un lugar del espacio y yo mismo a varias cuartas de allí, como desfasado.

Me pude ver a mí mismo por debajo rodando descalabrado. Fue como si yo hubiese tirado a un cesto mi cuerpo, residuo de lo que fue vida alguna vez... pero mucho peor.

No sé si hubo instantes siguientes luego, yo estaba en un no tiempo. Sé que buscaba a mi alma denodadamente pero sin dolor alguno.

El impacto mortal separó mi espíritu derramando al alma por todos lados. Y sentí que me despedazaba en recuerdos con las caras de mis hijos queridos.

El convoy acerado superó mi posición, lugar que el azar indicó para la intempestiva y tanática visita.

Poco a poco comprendí que yo no estaba en una situación sin salida, ni era ella desesperante. Era una salida hacia lo Absoluto. De lo material a lo intangible. De lo particular al Todo. (6)

Desparramado entre las piedras concebía yo dos pares de opuestos: Alguien y Nadie, Uno y Todo…

Pero de mi alma nada se sabía.

Sólo el cuerpo exánime esperaba al costado de la vía.

Para nada con alivio, sí con terror, comprendí que yo era una apariencia de mí, y me dije: —Esto es la eternidad en un instante, una mirada en el espejo.

Cuando logré considerar que el máximo bien del hombre es la libertad interior, ahí sí llegó un alivio difuso e inexplicable.

Entonces se me daba  la oportunidad de ejercer mi arte de escritor para competir con la realidad. (7) Sería una lucha despareja porque el arte no puede replicar a la naturaleza. (8) Yo lo sabía y miré mi bolsa de huesos allí tirada. Comprendí mi impotencia para neutralizar la disyunción  entre la realidad de las cosas y la de las palabras, seguramente por ese carácter sucesivo del lenguaje, enfrentado aquí con la simultaneidad de una simple caída. 

La caída de un hombre de un vagón de tren, en un lugar de la Tierra en el vasto Universo.

Es posible que la realidad se hubiese estado desarmando. Sin embargo bien podría ser yo quien la reconstruyera según un esquema metafísico, teológico si se quiere... y estético, una realidad fecundada por la fantasía literaria.

Estaba yo al costado de las vías mirando mi cuerpo y ubicando esta historia en un contenido de doble nivel, pues si bien la oralidad puede marcar una verdad, no es menos verdad que la escritura puede desenvolver una ficción.

Aquí estaba yo como narrador y protagonista, como narrador y testigo, pero a la vez como un contemplador que poco pudo hacer para evitar lo histórico, salvo describirlo.

Al costado de las vías...  ¿renacería yo por las palabras? ¿por la búsqueda de un principio metatextual que justificara y ordenara los elementos que provocan el milagro literario?

 

Tendido sobre las duras piedras saqué cuentas...

Nací en 1949. Me iba ahora al mundo arquetípico. Sólo es una transición —me dije. 
Pensé con Zaehner (9) y calculé con mis Hermanos que habría de volver en el año 2093.

 

¿Cómo ha llegado este escrito hasta aquí si yo hube de partir aquel 8 de julio?


No puedo comprenderlo. Tampoco me importa ya.

Tal vez ni haya podido partir.

 

_______________________Copyright®2008miguelpizzio, buenos aires, argentina

Notas

(1)  Pizzio, Miguel, "Erasmo, el topo del mástil", Punto Cero, Bs. As., 2007.
(2)
  Dabove, Santiago, "Tren", Plus Ultra, Buenos Aires, 1976.

(3)  Pizzio, Miguel, "Relatos de Puerto Madero"®, edición de autor, Buenos Aires, 2007.

(4)  Jung, Carl, “El hombre y sus símbolos”, Paidós Ibérica, Madrid.1995.

(5)  Borges, J.L., (Parerga und Paralipomena) "Deutsches Requiem",EMECE,Bs As,1957.

(6)  Zohar (I, 39).
(7)  Burgin, Richard, "Conversaciones con Jorge Luis Borges", Ediciones Taurus, 1974
(8)  Jung,C; Jaffé,Aniella,"Recuerdos,sueños y pensam...",224,Seix Barral,Madrid,1964.
(9)  Zaehner, Robert C., “The teaching of the Magi”, Edit. Sheldon Press, London, 1956. 

 

 


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