Relatos de Grand Bourg - DOMINÓ
   
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DOMINÓcuento corto

El invierno europeo no daba tregua  a mis orejas que se quebraban al doblarlas. Una
mezcla de anestesia y dolor lacerante cubría todo lo que la sangre intentaba caldear.
El Lago de Ginebra metía sus aguas en el Ródano, y yo, que venía de ver al Rabino de la Sinagoga cercana al río, pasé por la Escuela de Comercio.
Mi gran refugio eran los bolsillos, allí dormían algunos céntimos y encontraban calor mis manos desesperadas.
Dejé el Boulevard des Philosophes y estampé mis pisadas en la nieve de la plazoleta triangular.
Tomé por el Boulevard Helvétique y frente a la Escuela de Bellas Artes la diagonal me llevó a un callejón gris, dormido, quieto. En un día gris, un edificio gris.
La placa de mármol blanco soportó el cincel que dejó huella:
                                                 
E. PITTARD
anno
MCCMLXVII
 
La pesada puerta con picaporte de bronce y telarañas de plata cedió al empujarla. Un baño de nieve cayó sobre mis hombros y quedaron molduras primorosas a la vista.
Nadie encontré por el camino. Nadie me recibía ahora. Pero aquí estaba yo por fin.Recordé que mi tatarabuelo, de los Gottard, siempre hablaba de su amigo Eugène Pittard.

Cuando este antropólogo estaba escribiendo “Contribution à l’Étude Anthropologique Des Peuples De La Péninsule Balkanique ”, mi tatarabuelo y  Eugène disfrutaban de la charla, del rapé y de la amistad forjada durante años.
Y esa amistad hizo que Pittard guardara entre sus papeles y apuntes de antropología un manuscrito que mi tatarabuelo Gottard le había hecho llegar. Y es este manuscrito teológico de dioses no tan dioses lo que yo intentaba encontrar.
Prueba de haberlo encontrado en un cajón pesado y polvoriento del escritorio, es que doy aquí a conocer lo que pude traducir de manera libre.
 
Los dioses griegos, egipcios, caldeos, celtas y germanos querían reunirse en algún lugar de Suiza, posiblemente en la Abadía de Sank Gallen, para jugar una partida de dominó.
Parece que el encuentro no fue fácil de concertar, porque los dioses de ultratumba insistían en  reunirse en la Gruta de Reclere, otros pensaban en Lucerna, en el Lago de los Cuatro Cantones... hasta que la cima del Uri Rothstock* fue el lugar aceptado por todos.
Aun con el viejo escrito en mis manos y todo el tiempo para traducirlo, no me era fácil entenderlo por la letra manuscrita y porque Gottard, mi querido ancestro, lo había redactado en latín, mezclando tal vez con intensión, términos en lengua retorromanche del Cantón Los Grisones.
Cuando los dioses ya estaban reunidos en el Rothstock, tres mil metros más cerca del cielo que del suelo, alguno venido del Parnaso atinó a decir que el juego que jugarían había comenzado cuando Deucalión, estando con su mujer Pirra, luego del Diluvio Universal, recibió la orden divina de repoblar el orbe. Y para lograrlo deberían arrojar por sobre sus hombros los huesos de su madre. ¡Esa era la orden desconcertante!  Pero si grande fue la intriga de Deucalión, también fue profunda la meditación que lo llevó a comprender el acertijo. Si Gea es nuestra Madre Tierra... sus huesos deberían ser las piedras. Las argoi lithoi, argoi lithoi, las piedras blancas,
Y arrojando pedacitos de mármol blanco por sobre los hombros hacia la tierra, el azar hizo lo demás y se repobló el mundo.
Los dioses de Ur de Caldea miraron de soslayo a estos jóvenes dioses de Grecia y consideraron que esa era ni más ni menos que la vieja historia de Utnapistim.
Algunas partes del viejo escrito se habían mojado en algún momento, y la letra de mi Tatarabuelo era un obstáculo a mi ansiedad. Pero aun siendo ilegibles algunos párrafos, pude traducir  casi todo el texto.
Parece que el dominó era una capa de tela negra con capucha que ocultaba la identidad del que la vestía. De esta prenda negra tomó el nombre el juego, por tener un lado oculto por una capa negra. Esto quedaba claro.
Y los rectángulos, en la otra cara, son las “argoi lithoi” arrojadas al azar.
Al empezar el juego los dioses se comportaron afectados de humanas pasiones. Hubo reproches, discusiones, acusaciones, reclamos y mentiras. Y también algunas alianzas reprochables.
Pero eliminados los dioses por el desarrollo del juego mismo, fue quedando el Dios que todos menos conocían. Y ni siquiera sabían su nombre. No veían su cara.
Y en un párrafo creí advertir una sentencia : “Mi Reino no es de este mundo”.
Era lógico, al no serlo, lejos estaba de que lo conocieran.
                                                                                                     
  _____________________Copyright®miguelpizzio_____Schaffhausen,Suiza_____para Chantal Pittard

*Uri Rothstock
2932 m
9620 ft

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